En los próximos
10 días, representantes de
189 países buscarán
la manera de aliviar la pobreza y
proteger el medio ambiente. El presidente
Mbeki instó a solucionar con
urgencia el apartheid entre
ricos y pobres. Otros líderes
pidieron más compromiso a las
naciones desarrolladas.
JOHANNESBURGO.-
Un despliegue histórico, un
dramático pedido para solucionar
con urgencia el apartheid global
entre ricos y pobres y un llamado
a abandonar la retórica recibieron
a los 65.000 delegados de casi todos
los países del mundo que desde
ayer debaten, en la II Cumbre para
la Tierra en Sudáfrica, un
plan de acción para aliviar
la pobreza y proteger los recursos
naturales del planeta.
En un inmenso centro
de convenciones cercado por batallones
de policías y custodiado desde
las terrazas por francotiradores,
el presidente de Sudáfrica,
Thabo Mbeki, advirtió que ya
es hora de desmantelar un orden
mundial basado en el principio salvaje
de la supervivencia del más
fuerte. Un orden al que describió
como el apartheid global
de ricos y pobres.
Una sociedad
humana global basada en la pobreza
de muchos y la prosperidad de unos
pocos, caracterizada por islas de
riqueza entre un mar de pobreza, es
insostenible, dijo Mbeki en
la sesión plenaria de apertura
de la conferencia.
Los delegados a
la II Cumbre Mundial sobre Desarrollo
Sustentable de la ONU abarrotaron
el lujoso centro de convenciones de
Sandton. Ese distrito comercial es
el más lujoso de Africa, con
torres de mármol y vidrio que
se alzan sobre la población
de Alexandra, cuyos habitantes viven
en la misma miseria que la reunión
intenta remediar.
En los próximos
diez días la mayor cumbre jamás
realizada en la historia de las Naciones
Unidas se concentrará en cinco
áreas clave: las condiciones
de higiene, el acceso a la electricidad
y al cuidado de la salud en las regiones
más pobres del planeta, el
fin de la degradación de la
tierra usada para agricultura y la
protección global del medio
ambiente.
El documento final
con un plan de ataque a esos problemas
deberá estar listo el lunes
próximo. Ese día llegarán
104 jefes de Estado y de gobierno,
con la notoria ausencia de George
W. Bush, para firmar la declaración.
Sin embargo, los
negociadores de los 189 países
representados enfrentan en los próximos
días una batalla cuesta arriba
para estrechar la brecha entre las
naciones pobres, que buscan más
ayuda y un comercio más equitativo,
y las potencias mundiales, lideradas
por los Estados Unidos y la Unión
Europea, que demandan mejores gobiernos
en los países en desarrollo.
Por menos retórica
Más allá
de las diferencias, el nuevo documento
debe impulsar la Agenda 21, un ambicioso
conjunto de recomendaciones, elaborado
en la Cumbre de Río, de 1992,
que apunta a derrotar la pobreza respetando
los recursos limitados del planeta.
Sin embargo, los críticos señalan
que, como en Río, los textos
que esta semana estarán en
discusión son vagos y no vinculantes.
Consciente de esas
críticas, Mbeki acusó
a los gobiernos de no haber cumplido
con las promesas hechas hace 10 años
en Brasil y los instó a abandonar
la retórica y asumir más
compromisos.
El mismo tono que
Mbeki adoptaron más tarde otros
líderes. Nitin Desai, secretario
general de la cumbre y director del
programa Ambiental de la ONU, elogió
las palabras de Mbeki y exhortó
a luchar contra el apartheid entre
ricos y pobres de la misma forma que
Sudáfrica enfrentó su
propio apartheid.
Acto seguido también
llamó a los delegados, en especial
de países desarrollados, a
privilegiar la acción antes
que las promesas y a tener presente
la urgencia de una situación
en la que tres millones mueren por
año a causa de la contaminación
del aire y otros cinco millones son
abatidos por enfermedades transmitidas
a través del agua.
Esta no es
una conferencia para resolver todos
los problemas, sino una prueba. Tenemos
que salir con compromisos verídicos
para la acción, dijo
el organizador de la cumbre por la
ONU, Nitin Desai.
Mientras los oradores
se sucedían y las comisiones
se disponían a comenzar las
negociaciones, barreras de hormigón
y cercas metálicas rodeaban
el centro de convenciones. Afuera,
más de 30.000 agentes de seguridad
intentaban impedir actos de violencia
como los vistos en Seattle y Génova.
Las principales
protestas están previstas para
el sábado, cuando unas 30.000
personas marcharán de Alexandra
al centro de conferencias. El gobierno,
temeroso de que eventuales disturbios
dañen su imagen y arruinen
la cumbre, ya les advirtió
que actuará con firmeza.
A unos 30 kilómetros
del lugar una reunión más
colorida, pero no tan bien organizada,
de representantes de la sociedad civil
intentaba ponerse en marcha. Los delegados
cantaban y bailaban, ondeaban banderas
y meditaban mientras promovían
sus campañas por una variedad
de causas, desde el agua potable hasta
la paz mundial.
7 de agosto de 2002
Fuente:
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