Los participantes
en la Cumbre sobre el Desarrollo Sostenible
en Johannesburgo tienen una tremenda
responsabilidad: asegurar el futuro
de nuestro planeta.
Las devastadoras riadas en Europa
y las catastróficas inundaciones
en China no sólo se han cobrado
vidas y destruido la recuperación
económica de ciudades enteras.
Son también advertencias o,
más aún, destellantes
señales de alarma de la naturaleza
a los seres humanos que habitan este
planeta y tienen que velar porque
siga siendo habitable.
La conmoción causada por los
atentados del 11 de septiembre de
2001 impulsó en todo el mundo
a gobiernos y sociedades a cerrar
filas para hacer frente a la amenaza
terrorista. Pero al mismo tiempo ha
quedado patente que los medios militares
y policiales no bastan para establecer
y mantener la paz y la seguridad.
Aunque no exista una relación
directa entre economía globalizada
y terrorismo internacional: no puede
haber seguridad global sin una agenda
para la justicia global.
Necesitamos un nuevo concepto de seguridad
que abarque los aspectos económicos,
ecológicos y sociales. Estamos
trabajando en ello y en Johannesburgo
tendremos que marcar las pautas en
este sentido.
Tenemos que elaborar reglas y normas
de conducta que faciliten la participación
del mayor número posible de
seres humanos en las indiscutibles
ventajas que conlleva la globalización
y permitan evitar disfunciones en
perjuicio de las generaciones actuales
y futuras.
Los países industrializados
tienen que abrir de verdad sus mercados
a los productos de los países
en vías de desarrollo, incluso
en los casos en que tal apertura resultase
aparentemente perjudicial para los
propios privilegios, baste pensar
por ejemplo en las subvenciones agrícolas
en los Estados Unidos y Europa.
Eliminar o reducir la brecha entre
pobres y ricos en el mundo es una
meta que también responde al
interés bien entendido de un
país como Alemania, que vive
más que otros de la exportación
de sus bienes y servicios. Queremos
ampliar y promover el comercio y los
intercambios con los países
menos desarrollados. Los aranceles
proteccionistas y demás barreras
comerciales pertenecen a otra época.
Eficiencia energética
Por otro lado hay
que tener en cuenta que las estrategias
nacionales, por ejemplo con vistas
a reducir los gases de efecto invernadero,
sólo tienen una utilidad relativa.
Aún así, en el futuro
Alemania llevará adelante su
labor pionera al servicio de la protección
del medio ambiente. Sin embargo, instamos
a los demás miembros de las
Naciones Unidas a que hagan todo lo
que esté a su alcance para
ratificar cuanto antes el Protocolo
de Kyoto y cumplir los objetivos fijados
en el mismo. Apelo sobre todo a los
Estados Unidos para que asuman su
responsabilidad en la protección
del clima.
Ante todo debemos seguir mejorando
la eficiencia energética. En
esto Alemania ya va a la cabeza de
los países industrializados.
Mejorar el grado de eficacia de las
centrales eléctricas, evitar
residuos, construir vehículos
no contaminantes y utilizar aparatos
con un consumo de energía mucho
más bajo que en los tiempos
de nuestros padres son inversiones
para el futuro de nuestros hijos.
Sabemos que los países en vías
de desarrollo no están en condiciones
de llevar a la práctica por
sí solos una estrategia energética
tan ambiciosa. Por eso respaldamos
juntamente con otros países
europeos un aumento de la dotación
del mecanismo central para la protección
mundial del medio ambiente. Con una
partida adicional de 2700 millones
de dólares Europa quiere garantizar
que los países en vías
de desarrollo obtengan los recursos
necesarios para poner en marcha un
abastecimiento energético sostenible.
Nuestra estrategia nacional para el
desarrollo sostenible se basa en cuatro
líneas directrices:
Justicia intergeneracional: queremos
conciliar los legítimos intereses
de nuestros hijos, nietos y bisnietos
con las necesidades de la generación
actual.
Calidad de vida: este objetivo va
mucho más allá de la
conservación de la naturaleza;
también son determinantes un
trabajo satisfactorio, la salud, el
acceso a una vivienda digna, la seguridad
personal y la seguridad social.
Cohesión social: las reformas
sociales que fomentan la participación
de la ciudadanía en la cosa
pública evitan que la sociedad
se escinda en ganadores y perdedores.
Responsabilidad internacional: ningún
país del mundo puede garantizar
por sí solo el bienestar y
la seguridad de sus ciudadanos.
En vistas del notable despliegue material
y técnico que requiere una
cumbre de este tipo mucha gente se
pregunta si no estaremos despilfarrando
en Johannesburgo tiempo, energía
y medios so pretexto de proteger los
recursos naturales, a lo cual me permito
replicar que esto efectivamente sería
así si no aprovechamos las
oportunidades que se nos brindan para
propiciar conjuntamente procesos de
aprendizaje y lograr avances eficaces,
tangibles y plausibles. Nuestra tarea
es otra. La humanidad dispone hoy
de los conocimientos, los recursos
y los medios tecnológicos para
resolver los problemas del planeta
y además ha tomado conciencia
de la responsabilidad compartida por
todos. Tenemos que asumir esta responsabilidad.
Nuestros hijos nos lo agradecerán.
Gerhard Schröder
para La Nación
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