En el debate
parlamentario sobre el convenio con
Australia relativo a energía
nuclear, se debe reconocer hasta qué
punto ésta influye en el bienestar
de un país.
Sobre la base de un compromiso activo
con la no proliferación y con
la utilización pacífica
de la energía nuclear, la República
Argentina se definió a sí
misma como un país nuclear.
En 1950 nuestro país decidió
abrir la opción nuclear mediante
la creación de la Comisión
Nacional de Energía Atómica.
Existió entonces el convencimiento
de que la energía nuclear y
sus múltiples aplicaciones
formaban parte de la revolución
científica tecnológica
y que era preciso incorporarla al
capital de los conocimientos y al
sistema económico argentinos.
Así se llevó adelante
la formación de recursos humanos,
la investigación y el desarrollo
y la creación de un parque
nucleoeléctrico, y se establecieron
vínculos con el conjunto del
sistema científico, tecnológico
y productivo. Con el tiempo, tales
decisiones y la experiencia recogida
dio lugar a un conjunto de ideas sobre
la estrategia de nuestro desarrollo
científico y tecnológico.
Desde la CNEA surgieron acciones que
nos ubicaron entre los países
que desarrollaron una capacidad autónoma
en materia nuclear. A través
de los años existió
un consenso nacional y una acción
constante para afianzar este desarrollo
nuclear.
Luego sucedieron una serie de acontecimientos
que influyeron negativamente en esta
evolución. De no alterarse
esa tendencia, pronto podrían
desaparecer componentes fundamentales
de nuestra actividad nuclear como
lo son sus recursos humanos y la nucleoelectricidad.
Para evitarlo es necesario adoptar
ahora una serie de decisiones de alcance
nacional.
Entre ellas hay dos que sobresalen
por su relevancia: por un lado, la
finalización de la Central
Nuclear Atucha II, lo cual por sí
mismo implica la plena utilización
de la planta de agua pesada en Arroyito
(Neuquén). Por otro, lograr
una mayor interacción del sector
nuclear con las universidades y con
el sector privado que permitan experiencias
educativas innovadoras que alimenten
las demandas del sector nuclear y
de la industria.
La urgente necesidad de alcanzar
un desarrollo humano sostenible obliga
a incrementar el suministro de energía
y electricidad en las próximas
décadas. Dentro de las diversas
fuentes, la energía nuclear
contribuye significativamente al suministro
de electricidad en el mundo (el 16,2%
en 2001), y continúa siendo
la única fuente que puede proveer
electricidad a larga escala con un
impacto comparativamente mínimo
en el medio ambiente.
En adición a las 32 plantas
nucleares en construcción en
el mundo, en el último año
se adoptaron otras importantes decisiones.
El gobierno de los Estados Unidos
de América, en línea
con el creciente papel de la energía
nuclear, planea tener en funcionamiento
una nueva central nuclear antes de
finalizar la presente década.
Recientemente, Finlandia decidió
construir una quinta central nuclear,
en lo que calificó como la
alternativa más beneficiosa
en términos financieros y en
el marco del Protocolo de Kyoto.
Pensando en el futuro, existen actualmente
dos importantes proyectos internacionales
sobre diseños innovadores de
ciclos de combustibles y reactores
nucleares que solucionarán
satisfactoriamente cuestiones relacionadas
con la seguridad nuclear y los desechos.
Ventajas
En el actual debate en el Congreso
de la Nación sobre la aprobación
del Convenio con Australia sobre Cooperación
en los Usos Pacíficos de la
Energía Nuclear, subyacen dos
líneas de pensamiento: la de
aquellos que consideran que la energía
nuclear es un factor que contribuye
notablemente al desarrollo sostenible
de nuestro país, y la de aquellos
que la consideran incompatible.
Coincidiendo con el primer concepto
es conveniente añadir que la
utilización pacífica
de la energía nuclear no se
limita a la generación de electricidad.
Por ejemplo, a través del Organismo
Internacional de Energía Atómica
(OIEA) se realiza una intensa actividad
de transferencia de tecnología
nuclear destinada al desarrollo económico
y social de los países en base
a sus necesidades y prioridades.
Entre esas actividades sobresale,
en el campo de la salud, el mejoramiento
de los servicios de radioterapia,
utilizados con fines de diagnóstico
o tratamiento con más del 50%
de los pacientes de cáncer
en los países industrializados,
mientras se trabaja intensamente para
satisfacer la demanda de estos servicios
en los países en desarrollo.
Nuevas técnicas de radioterapia,
de gran precisión, permiten
efectuar tratamientos cada vez menos
intrusivos y más eficaces.
Las aplicaciones nucleares e isotópicas
se emplean también para la
vigilancia de la nutrición.
La energía nuclear también
se utiliza en la técnica de
insectos estériles para contrarrestar
los efectos de enfermedades que impactan
gravemente en la salud humana y en
la agricultura. La Argentina puede
dar testimonio de experiencias positivas
en la utilización de esta tecnología
para combatir la mosca de la fruta.
Por el lado de la agricultura sostenible
y la seguridad alimentaria, la tecnología
nuclear se aplica para desarrollar
variedades de granos con mayor rendimiento,
calidad y capacidad de tolerar condiciones
climáticas y ambientales especiales.
También se utiliza para evaluar
el proceso de suelos y lograr un uso
más eficiente de la tierra.
Asimismo, la irradiación de
alimentos se usa en más de
treinta países para garantizar
su seguridad y calidad y para satisfacer
requerimientos en materia de comercio
y exportaciones. Asimismo, los radioisótopos
y las radiaciones dan lugar a una
extensa gama de aplicaciones industriales.
En el manejo de recursos acuíferos,
el uso de la hidrología isotópica
goza de un creciente reconocimiento
y se aplica en proyectos de cooperación
técnica en más de 40
países. Debido a la creciente
demanda de agua dulce, no debe olvidarse
que la utilización de la energía
nuclear para la desalación
de agua de mar ofrece una fuente potencialmente
inmensa para cubrir las necesidades
de ese recurso. También las
técnicas nucleares se utilizan
para la detección y estudio
de los poluentes que afectan al medio
ambiente marino.
Ante estos adelantos científicos,
en nuestro país existen las
estructuras y el conocimiento necesarios
para aprovecharlos. Prueba de ello
es que, a pesar de todas nuestras
dificultades económicas, participamos
en los proyectos internacionales sobre
reactores y ciclos de combustibles
innovadores, de los que surgirán
los diseños para las nuevas
centrales nucleares del siglo XXI.
Además, hemos podido consolidar
una marca del más alto nivel
internacional en materia de reactores
de investigación, luego de
exportar estas instalaciones a Perú,
Argelia, Egipto y actualmente a Australia.
En ese sentido, estos reactores son
esenciales para estudiar y desarrollar
los adelantos en la producción
de radioisótopos y en las demás
aplicaciones en los campos de la medicina,
la industria y la agricultura, en
cuya construcción hemos alcanzado
un liderazgo. De allí la importancia
de la pronta aprobación del
Convenio antes citado por el Honorable
Congreso de la Nación.
La revitalización de la energía
nuclear está próxima.
A las buenas perspectivas que existen
en Asia y Europa Oriental se suman
ahora signos favorables en Europa
Occidental y los Estados Unidos de
América. Sin alejarnos de nuestra
región, debemos observar el
ejemplo del Brasil que ha mantenido
sin prisa pero sin pausa su plan de
investigación y desarrollo
en materia nuclear. La próxima
puesta en marcha allí de una
planta comercial de enriquecimiento
de uranio y los planes para una tercera
central nuclear son una muestra de
tal tendencia.
La República Argentina no
sólo debe mantener sino también
efectuar su aporte renovado al impulso
de la actividad nuclear, tal como
lo están demostrando la gran
mayoría de los países
comprometidos en ella, desde sus comienzos.
23 de octubre de 2002
Atilio N. Molteni
Director de Seguridad Internacional
y Asuntos Nucleares y Espaciales de
la Cancilleria
Fuente:
PÁGINAS
RELACIONADAS:
1
- 2
- 3
- 4
- 5
-6
-7
- 8
- 9
- 10
- 11
- 12
-13
-14
-15
-16
-17
-18
- 19
-20
- 21
-22
- 23
-24
- 25
-26
- 27
-
28
|