El encuentro de
Johannesburgo es la continuación
de la Cumbre de la Tierra celebrada
en Río de Janeiro hace diez
años, que consiguió
algunos acuerdos e hizo mucho por
promover la conciencia ambiental en
la discusión pública.
También contribuyó a
generar la noción de que "el
ambiente y el desarrollo están
indisolublemente ligados" según
las palabras de Kofi Annan, Secretario
General de Naciones Unidas. Es esta
noción la que explica que se
invoque la idea de "desarrollo
sustentable" en la Cumbre de
Johannesburgo. El Informe Brundtland
definió a la sustentabilidad
del desarrollo como la exigencia de
satisfacer " las necesidades
del presente sin comprometer la capacidad
de las futuras generaciones para satisfacer
las propias". El economista Robert
Solow formuló la idea de desarrollo
sustentable de manera más precisa
al insistir en el requisito de que
debe dejársele a la generación
siguiente "todo lo que se necesite
para lograr un nivel de vida al menos
igual de bueno que el propio y para
cuidar a la generación que
la siga de manera similar."
La necesidad de
pensar en el medio ambiente no puede
disociarse de la naturaleza de la
vida que llevan hoy las personas,
en especial las desposeídas.
Si hoy la gente tiene un nivel de
vida miserable, la promesa de sostener
ese nivel lamentable en el futuro
difícilmente sea digna de entusiasmo.
El objetivo debe incluir la rápida
reducción de las actuales privaciones,
al tiempo que garantice que todo lo
que se logre hoy podrá sostenerse
en el futuro. La cooperación
mundial es necesaria tanto para aliviar
las privaciones de hoy como para salvaguardar
nuestro futuro. Y eso es precisamente
lo que la Cumbre Mundial de Johannesburgo
trata de lograr.
¿Pero las
perspectivas de una eficaz cooperación
mundial parecen prometedoras? Una
cuestión que ha concitado gran
atención es la necesidad de
asistencia y financiamiento para el
desarrollo, y en qué medida
los países más ricos
están dispuestos a contribuir
con los esfuerzos de desarrollo de
los más pobres. En este campo,
a mi juicio, el panorama no es muy
prometedor. (...) Sin embargo, los
activistas que reclaman un mejor acuerdo
financiero sin duda se mostrarán
firmes en Johannesburgo, y con justicia.
Pero también es sumamente importante
dejar en claro que una provechosa
cooperación mundial puede revestir
formas muy diversas, no sólo
la de la asistencia financiera general.
Permítanme dar algunos ejemplos.
En el campo del
medio ambiente, el terreno que se
ha perdido por la demora en la firma
de convenios internacionales y por
el incumplimiento de acuerdos pasados
(por ejemplo, el Protocolo de Kyoto
por parte de Estados Unidos) debe
recuperarse. En el campo económico,
la importancia de reducir en los países
más ricos las barreras a la
importación de productos de
los más pobres merece un mayor
reconocimiento práctico. Johannesburgo
ofrece una excelente oportunidad para
lograr ambos propósitos.
Por otra parte,
no obstante el pesimismo sobre la
asistencia financiera general, hay
sabiduría en la aguda observación
de Annan de que la gente de otros
países tiende a "tener
una mejor respuesta cuando se le presenta
un problema humano importante y una
estrategia creíble para solucionarlo".
La respuesta a la pandemia de SIDA
es un ejemplo evidente, pero la necesidad
más general de realizar esfuerzos
concertados en el campo de la salud
y la educación básicas
requiere de un mayor compromiso mundial
para complementar el local. En otra
área, se necesitan con urgencia
muchas reformas institucionales en
la economía mundial. Para dar
un ejemplo, hay fundamentos suficientes
para reclamar que las leyes de patentes
sean más eficientes y menos
contrarias a la equidad. Las leyes
existentes no facilitan el uso de
medicamentos indispensables en los
países de menores recursos,
porque el pago obligatorio de regalías
por las patentes a menudo representa
varias veces el costo real de producción.
Otro hecho no menos importante es
que las actuales leyes de patentes
no incentivan adecuadamente a los
laboratorios a desarrollar drogas
más apropiadas (por ejemplo,
vacunas de dosis única y bajo
costo), que son de valor crítico
para la gente de menores recursos.
También hay
muchas cosas positivas que los países
más pobres pueden hacer por
sí mismos, sin ninguna ayuda
financiera de los ricos, que no necesariamente
deben ser vistos como los agentes
motores del cambio. En este contexto,
incluso podemos cuestionar la estrategia
general de definir el desarrollo sustentable
sólo en términos de
satisfacción de necesidades,
en lugar de aplicar la perspectiva
más amplia de promover las
libertades humanas sobre una base
sustentable. Naturalmente, las libertades
esenciales deben incluir la capacidad
de satisfacer necesidades económicas
de importancia crucial, pero se deben
considerar muchas otras, como ampliar
la participación política
y las oportunidades sociales. (...)
En verdad, no se
entiende por qué el promover
y sostener las libertades democráticas
no figura entre las demandas centrales
del desarrollo sustentable. Estas
libertades son importantes en sí
mismas, pero además pueden
contribuir a lograr otro tipo de libertades.
Por ejemplo, la discusión pública
y abierta, a menudo reprimida por
los regímenes autoritarios,
es esencial para llevar una vida más
plena y comprender mejor el valor
de la preservación del medio
ambiente y sus efectos de largo plazo.
Trae muchos beneficios
considerar a las personas como "agentes"
que pueden ejercer su libertad en
lugar de simples "pacientes"
cuyas necesidades deben ser satisfechas.
Preocuparse menos por obtener grandes
promesas financieras de los países
más ricos es uno de estos beneficios.
Por importante que pueda ser la asistencia
financiera, hay también otros
caminos hacia delante, con los que
se puede contribuir dando más
importancia a este papel de agentes
en lugar de a una única necesidad
y trabajar solos o en colaboración
con otros.
Johannesburgo constituye
una gran oportunidad para adoptar
este enfoque. Nuestras relaciones
con el mundo dependen de nuestra visión
de nosotros mismos.
Amartya Sen. Premio
Nobel de Economía - Diario
Clarín
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