La Cumbre del Desarrollo
Sustentable que se desarrolla en Johannesburgo
fue escenario de un viejo y desoído
reclamo de los países exportadores
agrícolas de la periferia sobre
el proteccionismo agrícola
de los países industriales.
En una de las reuniones
del encuentro patrocinado por la Organización
de las Naciones Unidas, el Grupo de
los 77 dio a conocer un informe según
el cual los países industrializados
dedican a los subsidios agrícolas
inversiones seis veces mayores que
las concedidas a la Ayuda al Desarrollo.
En el 2001 las primeras
alcanzaron los 311.000 millones de
dólares, mientras que la segunda
llegó a 55.000 millones. Cabe
recordar, además, que los países
más ricos nunca efectivizaron
los montos de ayuda establecidos por
las Naciones Unidas.
En la última
reunión de la Organización
Mundial de Comercio, realizada en
Doha en noviembre pasado, los países
industrializados se comprometieron
a reducir los subsidios a la producción
y a la exportación, en lo que
se consideró un modesto pero
importante avance en el tema. Posteriormente,
la Unión Europea anunció
la modificación de su sistema
de subsidios, orientándolo
hacia el sostén directo de
los productores y vinculándolo
con las prácticas de la agricultura
sustentable. Estos cambios reducirán,
también, el proteccionismo
del mercado europeo.
Los Estados Unidos,
por su parte, fortalecieron el sistema
de subsidios a la agricultura después
de la reunión de Doha, aumentando
la presión de sus exportadores
en el mercado mundial y creando tensiones
que pueden dificultar la liberalización
europea.
Los subsidios y
el proteccionismo agrícola
de los países ricos afectan
directamente a los países exportadores
que no apelan a ese tipo de medidas
por razones políticas o porque
no cuentan con los recursos fiscales
para financiarlas. En la Argentina,
incluso, se aplica un impuesto a las
exportaciones agrícolas que
retiene parte del beneficio proporcionado
por la devaluación.
De este modo, las
prácticas que se critican en
Johannesburgo reducen la capacidad
de muchos países de obtener
divisas mediante la exportación
y afectan las condiciones de vida
de los sectores vinculados al campo,
que en los países más
pobres suelen ser una parte sustancial
de la población.
Por ese motivo,
la liberalización del comercio
agrícola es un requisito indispensable
para que la reducción de la
pobreza pueda basarse en la producción
y en la creación de trabajo.
El desarrollo agrícola en los
países pobres es, además,
fundamental para cambiar las prácticas
de cultivo que provocan la desertificación
de los terrenos.
Fuente: Diario Clarín
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