Hubo promesas,
pero faltan más hechos. Ecologistas
y representantes de corporaciones
acercaron sus posiciones, con lo que
se abren posibilidades más
realistas. Se logró consenso
para detener el calentamiento global.
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Activistas
de Greenpeace colocan un
cartel en el Corcovado,
en Río |
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NUEVA YORK.- En
1997, activistas de Greenpeace ocuparon
una plataforma de la British Petroleum
en el Atlántico Norte como
parte de una campaña para lograr
que el mundo abandonara los combustibles
fósiles.
El viernes último,
en la Cumbre de la Tierra, en Johannesburgo,
los activistas se unieron a representantes
de la corporación en una plataforma
distinta: una conferencia de prensa
donde todos aprobaron adherir a los
compromisos gubernamentales para detener
el recalentamiento del globo.
La asociación,
pese a ser limitada, fue el emblema
de una nueva visión de la resolución
de la problemática ambiental
que surgió en la reunión
de las Naciones Unidas, que concluyó
ayer.
La estrategia, que
se desarrolló como un modo
de ir contra la resistencia gubernamental
al cambio, incluye sociedades pragmáticas,
a veces entre rivales tradicionales.
Los expertos y muchos
de quienes toman parte dijeron que
este nuevo acercamiento podría
ofrecer una mejor posibilidad de un
progreso tras años de estancamiento
en temas fundamentales de medio ambiente.
Importantes promesas
por parte de los principales industriales
pueden sonar bien, aseguran, pero
lo que se necesita es un progreso
en la acción.
Mientras transcurrieron
los 10 días de conversaciones
formales, fueron anunciados los proyectos,
algunos pequeños, otros ambiciosos,
que comprenden nuevas asociaciones
de gobierno, grupos privados, fundaciones
y empresas comerciales.
Sus objetivos incluyen
mejoras en la salud y la sanidad,
la protección de los bosques,
la preservación pesquera y
la provisión de energía
a las comunidades más pobres
del mundo.
"Es hora de
terminar con aspiraciones grandiosas
y actuar con compromisos reales",
afirmó un funcionario norteamericano
en la reunión de Johannesburgo.
Ideas en marcha
Durante los 9 meses
que llevaron a la cumbre, dijo dicho
funcionario, los negociadores gubernamentales,
grupos ambientalistas privados, empresas
y agencias internacionales examinaron
ideas que podrían llevar a
la mesa de Sudáfrica como evidencia
de su resolución. Varias propuestas
pronto estarán en marcha.
Una de ellas buscaría
proteger 120 millones de acres de
la cuenca del río Amazonas
durante los próximos 10 años
con dinero proveniente de Brasil,
Alemania, el World Bank, Naciones
Unidas para el Medio Ambiente y la
World Wildlife Fund (entidad privada).
Otras abarcan compromisos de poderes
industriales para exportar tecnologías
energéticas no contaminantes
a países en desarrollo, que
de otra manera quemarían carbón,
petróleo u otros combustibles
sin tener en cuenta la polución.
Para asegurarse,
el encuentro de Johannesburgo produjo
la habitual cantidad de textos negociados
en los cuales los países ricos
prometen ayudar a los pobres. Las
declaraciones son importantes, ya
que suministran objetivos a los gobiernos
que se pueden tomar con responsabilidad.
Pero no son vinculantes.
En general, los
que promueven terminar con la pobreza
y el daño ecológico
dijeron que las negociaciones habían
terminado con demasiados compromisos
y que, en la mayoría de los
casos, no se producen avances más
allá de los compromisos que
ya habían sido formulados años
atrás en otros foros.
Uno que otro partidario
ambientalista abatido expresó
un malhumor similar ante lo que vio
como una falta de liderazgo norteamericano
y una tendencia de otros países
a abandonar objetivos más definitivos
y acusan del callejón sin salida
a Estados Unidos.
Sin embargo, hubo
los suficientes acuerdos al nuevo
estilo como para generar al menos
un módico optimismo entre los
expertos, desde activistas ambientalistas
hasta directivos de las corporaciones.
Conformes pese
a todo
Muchos de esos participantes
dijeron que no estaban disgustados
porque el encuentro de Johannesburgo
no tuviera un tratado específico
u otro acuerdo como objetivo.
La Cumbre de la
Tierra de 1992, en Río de Janeiro,
produjo dos importantes tratados,
destacaron: uno para preservar la
diversidad biológica y otro
para prevenir el cambio climático.
Pocos expertos los creen efectivos.
La falta de tratados
con puntos focalizados puede ser exactamente
la razón por la que este encuentro
podría abrir nuevos caminos,
aseguraron varios de los que formaron
parte. Hubo menos incentivo para que
los recelosos de siempre representaran
su papel habitual de adversarios.
Tanto Greenpeace
como los ejecutivos de las corporaciones
enfatizaron que aún abrigan
serias diferencias en muchos temas.
"Esto no es una fusión",
dijo Bjorn Stigson, presidente del
consejo económico. Pero aseguraron
que decidieron venir juntos para mostrar
que estaban de acuerdo con seguir
impulsando el Protocolo de Kyoto,
documento suplementario del Tratado
de Río de 1992 que pide a los
industriales reducir la emisión
de gases que producen el efecto invernadero.
La administración
Bush rechazó ese tratado el
año pasado, mientras que la
mayoría de otros países
industrializados eligió ratificarlo
y obrar de acuerdo con sus términos.
El martes último, los representantes
rusos dijeron que su gobierno planeaba
ratificarlo. Si Rusia lo hace, posiblemente
antes de fin de año, el Tratado
de Kyoto regirá, pero sólo
para los países que lo ratifiquen.
6 de setiembre de 2002
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